Eso si preguntas.
por Lucas Sánchez
Si preguntas a cualquier persona en Houston, Texas, te dirá que atravesar 1000 millas desde allí a Orlando te llevará por lo menos 15 horas en coche. Te dirá que es mejor que hagas noche en Pensacola o en Crestview. Te dirá que no hay nada como parar a darse un baño en Panama City Beach.
Pero todo eso si viajas sin prisas. Yo no pienso hacer noche en el viaje ni tampoco voy a tardar 15 horas. Porque no se tardan 15 horas cuando tienes la medalla de la Nasa o 1500 horas de vuelo en 30 tipos de naves distintas. No si tu único equipaje es un chubasquero, una peluca y un pañal que ya llevas puesto. No si el objetivo es llegar a Orlando a tiempo para matar a alguien.
Si preguntas en la NASA te dirán que la NASA no tiene normas sobre las relaciones entre los astronautas. Por lo menos no hasta que yo giré las llaves de mi coche. Por lo menos no hasta que Colleen Shipman se metió en mi vida. O hasta que Will Oefelein se metió en la que se metió en mi vida. Y es que cuando alguien se mete en tu vida lo único que puedes hacer es atravesar dos estados armada con una pistola, gas pimienta o un mazo de metal. O quizás con las tres cosas. Yo, al menos, las llevé por si acaso.
Si le preguntas a mi abogado dirá que yo sólo quería hablar con Colleen. Convencerla de que me dejara en paz. De que nos dejara en paz. Que Will era mío. Y punto. Lo de llevar armas, guantes y bolsas de basura era por si fallaba la dialéctica. Pero no tenía pensado un plan. Aunque el chubasquero, el pañal y la peluca digan lo contrario.
Si le preguntas a Will te dirá que compartimos entrenamiento durante años. Que viajamos al espacio por primera vez en el 2006, pero que lamentablemente no lo hicimos juntos. El lamentablemente es mío. Habría sido precioso. Pero no, yo salí antes a reparar la Estación Internacional en Julio, a él le dejaron pilotar el Discovery meses más tarde.
Si le preguntas a Colleen te dirá que la perseguí en el parking del aeropuerto de Orlando, que me intenté meter en su coche para secuestrarla, que todavía se despierta con ataques de pánico en los que se imagina a sí misma troceada y repartida en distintas bolsas a la espera de que camiones de la basura, que se dirigen a puntos distintos de su ciudad, paseen sus miembros por todo el estado.
Pero lo importante se lo puedes preguntar cualquier persona de la calle. A los que compraron la prensa o sintonizaron el telediario. Esa gente a la que no le importó que Will se acostara con las dos. La que no va a contar que fui desde Houston al aeropuerto de Orlando. La que ni siquiera dirá de Texas a Florida. La que dirá que una astronauta de la Nasa se volvió loca y se puso un pañal para matar a otra. Porque al final, lo que quedará de nuestra historia será poder poner astronauta-cuernos-pañal en google.
Eso, una pulsera con GPS y una orden de alejamiento de por vida.
Aviso a navegantes…[La historia es real, la ficción es mía.]