Nunca serás el hijo de Larry Walters

por Lucas Sánchez

Nunca serás el hijo de Larry Walters porque Larry Walters tenía demasiadas dioptrías y muy pocas neuronas. Demasiadas dioptrías y poco sentido común. Demasiadas dioptrías y 45 globos llenos de Helio.

Si lo fueras, te explicaría que una silla de mimbre no es solo una silla de mimbre. Que sus ramas secas y artísticamente entrecruzadas no solo sirven para mantenerse estáticas en una habitación. Que las alforjas que cuelgan de sus brazos valen para algo más que para aguantar los mandos de todos los electrodomésticos del salón.

Porque la que nunca será tu madre, sabía que un día todas esas medias verdades vestidas de medio bromas se harían realidad. Que todas esas medias sonrisas se convertirían en un estúpido plan.

Nunca serás el hijo de Larry Walters porque Larry Walters tenía demasiados problemas y pocas buenas ideas. Demasiada iniciativa y poco éxito. Demasiados huevos y una comodísima silla hecha a mano.

Si lo fueras, te explicaría que 45 globos de helio deberían ser suficientes para hacer volar una silla de mimbre con un varón del peso de tu padre. Del peso de tu padre y de las latas de cerveza, el sandwich y unos prismáticos que llenaban las alforjas.

Porque la que nunca será tu madre, sabía que lo escondía todo en el garaje. Que cualquier día desaparecería con la silla y con los globos. Con el sandwich y las latas de cerveza.

Nunca serás el hijo de Larry Walters porque Larry Walters tenía demasiadas ganas de pilotar un avión y muy pocas probabilidades de conseguirlo. Demasiadas ganas de desafiar la gravedad y pocos medios para hacerlo. Demasiada obsesión y un rifle lleno de perdigones.

Si lo fueras, te diría que el rifle y los perdigones eran los componentes clave del estúpido plan de aterrizaje. Porque si los globos eran los que elevarían la silla de mimbre, para bajar era imperativo deshacerse de ellos.

Porque la que nunca será tu madre, estuvo esperando catorce horas en tierra viendo como su marido interrumpía el tráfico del aeropuerto de Los Ángeles. Catorce horas temblando porque su marido, a 16000 pies, estaría muerto de frío.

Nunca serás el hijo de Larry Walters porque Larry Walters tenía demasiado frío y pocas fuerzas. Demasiados globos y pánico. Demasiada necesidad de bajar a tierra firme costara lo que costase.

Si lo fueras, sabrías que tu padre acabó su desafortunado viaje achicharrado en los cables de alta tensión que alimentan la autopista. Que achicharrado no significa muerto, a no ser que muerto sea de vergüenza.

Porque la que nunca será tu madre, no podía ni salir de casa para ir al hospital a verme. Porque salí en la tele. Porque mi intento de hazaña era solo un chiste que todavía olía a carne quemada.

Pero sobre todo nunca serás el hijo de Larry Walters porque Larry Walters llegó a recuperar su cuerpo pero no su alma. Porque cuando volvió a casa solo podía salir a perderse en el bosque. Porque un día decidió rodear con los dientes el cañón de una pistola.

Entiéndelo, si lo fueras me odiarías porque serías el hijo de un chiste con patas. Porque seguro que se te llenarían los ojos de lágrimas y dioptrías por jugar solo a la consola en el desván. Porque no se puede ser hijo de un idiota e intentar ir a un colegio.

Y sobre todo, porque la que nunca será tu madre también sabía que escondía una pistola en el garaje. Y que tenía otra estupidez en mente. La estupidez que por fin borraría mis inútiles genes de la faz de la tierra.

[Recordad «La historia es real, la ficción es mía]